La semana pasada la FAO (Organizaciónde Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) denunciaba que 870 millones de personas pasan hambre, una cifra que por sí sola muestra una de las caras más duras y brutales de la pobreza.
Pero si esta cifra la cruzamos con que 1.300
millones de toneladas de alimentos se desperdician anualmente, las cifras ya
son insolentes, insultantes, nos muestran la desigualdad, la injusticia y lo absurdo de un
sistema internacional que por un lado deja morir a millones de personas de
hambre, mientras que por otro lado, promueve el desperdicio de alimentos, el
consumo desproporcionado e irresponsable.
El informe señala que el desperdicio de alimentos, además del gran
coste económico, (750.000 millones de dólares) causa un grave daño a los
recursos naturales (clima, uso del agua y suelo y diversidad )de los que al
mismo tiempo la humanidad depende para alimentarse. En este sentido, destaca
por ejemplo que los alimentos que se producen pero luego no se comen consumen
un volumen de agua equivalente al caudal anual del río Volga y son responsables
de añadir 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la
atmósfera del planeta.
El problema del hambre en el mundo apela de manera directa a nuestro papel
como personas consumidoras. Este desperdicio de alimentos parte de unos hábitos de consumo, donde no se planifican las
compras, se compra en exceso o se reacciona exageradamente a las fechas de
caducidad y consumo preferente…
También la FAO denuncia que las normas normas
estéticas y de calidad llevan a los minoristas a rechazar grandes cantidades de
alimentos perfectamente comestibles ( los llamados “descartes cosméticos”).
En el libro Despilfarro, el escándalo global de la comida (Waste, uncovering the global food scandal) su autor Tristam Stuart, señalaba también que en los países ricos
solo comemos el 70% de lo que compramos, el resto va a parar a la basura.
Este libro arroja datos dramáticos a la vez
que grotescos. Asi a modo de ejemplo…
- Sólo con la comida que desperdician EE.UU. y Europa se podría solucionar el problema del hambre en el mundo entre tres y siete veces y evitar la pérdida diaria de más de 25.000 vidas humanas
- En el verano de 2008 un mayorista británico se vio obligado a tirar 5.000 kiwis por tener 4 gramos menos que el estándar comunitario, 1 mm menos de diámetro. Este es el tipo de criterio aplicado a los productos de consumo más comunes por la normativa europea.
- Las exigencias de "descartes cosméticos" se extienden a los países en desarrollo y pobres: bananas demasiado rectas o demasiado curvas, etc. se tiran.
Como también
ha señalado el director general de la FAO, no
puede permitirse que un tercio de todos los alimentos que producimos se pierda
o desperdicie debido a prácticas inadecuadas, cuando 870 millones de personas
pasan hambre todos los días.